La biblioteca destinada a la educación universal, es más poderosa que nuestros ejércitos. Jose de San Martín.

Editorial

Por Ana María Valentino
En este mundo cada vez más globalizado la sociedad se presenta día a día más deshumanizada e individualista.
Desaparecen valores e ideales nobles.Nuestros jóvenes estás sin brújula que los guíe.
Sus padres ocupados por sobrevivir o por tener más y más..
Es tiempo de REFLEXIONAR. De mirar hacia adentro y reconocer mezquindades y falencias, es tiempo
de proponernos un cambio profundo, para nuestro bien y el de las generaciones futuras.
EL general José de San Martín no sólo nos legó la libertad como Nación sino que también nos dejó sus enseñanzas de vida.Las Máximas a su hija Mercedes hablan de su sabiduría , su grandeza y su humildad, condiciones que lo caracterizan mas allá de su gloria militar.
Leyendo esas Máximas es posible comenzar a reflexionar sobre nuestras propias actitudes de vida,disponernos a asumir nuestros errores y proponernos un cambio. Comprender que la soberbia y el materialismo desmedido no conducen nada bueno ya será una forma de aportar un granito de arenapara construir una sociedad má s humana y por consiguiente una PATRIA mejor.
Tomemos como referencia las enseñanzas de nuestro General y tratemos de inculcarlas en nuestros niños desde pequeños tal como él lo hacia en su hija Merceditas,y no dudemos que el tiempo dará sus frutos.

viernes, 20 de mayo de 2011

Mercedes Tomasa de San Martín de Balcarce


Niñita rebelde en la infancia , hija ejemplar en la adultez ... Mercedes fue el desvelo del General y la mayor razón de su existencia.
Su única hija supo comprenderlo y cuidarlo con autentico cariño .Hasta su último suspiro estuvo a su lado, velando en sus enfermedades y ayudándolo a vivir una vejez tranquila y digna, tal como él se merecía.
Las máximas que en su momento San Martín escribiera para su pequeña hija y que aplicara en su educación tuvieron finalmente los frutos esperados.
La vida le devolvió con creces al general, a través de una hija ejemplar, una hermosa familia que vino a suplir la temprana ausencia de su querida esposa, Doña Remedios de Escalada.
Mas allá de su patriotismo profundo , San Martín nos guia en sus valores de vida, de hombría de bien, rectitud, honestidad, excelente paternidad..
Sólo los hombres que tienen esta actitud de vida reciben al final de la misma la mayor de las recompensas, EL AMOR Y AGRADECIMIENTO DE LOS HIJOS..

domingo, 15 de mayo de 2011

CUSTODIA PRESIDENCIAL

Anécdotas de Granaderos...


“FUMANDO”. Historias de Granaderos



Un día estaba apostado de cuarto vigilante al cuidado de las armas en la Residencia Presidencial de Olivos, mientras en forma sigilosa, fumaba sin que nadie me mire. La ansiedad de fumar eludía la prohibición de hacerlo estando de guardia.

De pronto, sorpresivamente se aparece delante de mí el Presidente de la Nación Alejandro Agustín Lanusse, quien en el pasado fuera Jefe de Regimiento de Granaderos.
Me hace seña para que me acerque hacia él.


Yo abandono mi puesto de guardia, mientras rápidamente apagaba el cigarrillo, y al llegar al lado del Presidente me ordena la misión de ir a buscar al Jefe de custodia de las motos.
Regreso del encargo cumplido y vuelvo a ocupar mi puesto de guardia.
Al cabo de un rato, el Presidente Lanusse nuevamente se hace presente y me pregunta:

-¿Granadero, usted estaba fumando?
-¡Si! Le contesté.
-¿Y tiró usted el cigarrillo?
-¡No, mi General!, le dije con temor, ¡Lo guardé porque era el último que me quedaba!-
Entonces el Presidente se abrió el saco, metió su mano en un bolsillo interno y me obsequió un atado de cigarrillos “Kent” importado.

Testimonio: Granadero Oscar José Tito (Clase 1951)
Texto: Pedro Alberto Urueña – Vicepresidente de la “Asociación de Granaderos Reservistas de la República Argentina ”

sábado, 14 de mayo de 2011

Busto de Juan Bautista Cabral



Obra ubicada en la plaza "Soldado Heróico", de la ciudad de Azul, prov. de Bs. As.
Realizada por el escultor Sebastián del Prado, en el año 2010.

lunes, 9 de mayo de 2011

TESTAMENTO DEL GENERAL


PRIMERO. Dejo por mi absoluta Heredera de mis bienes, habidos y por haber a mi única hija Mercedes de San Martín actualmente casada con Mariano Balcarce.

SEGUNDO.Es mi expresa voluntad el que mi hija suministre a mi hermana María Elena, una Pensión de mil francos anuales , y a su fallecimiento se siga pagando a su hija Petronila una de 250 hasta su muerte, sin que para asegurar este don que hago a mi hermana y sobrina , sea necesaria otra hipoteca que la confianza que me asiste de que mi hija y sus herederos cumplirán fielmente esta voluntad.

TERCERO. El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sur, le será entregado al General de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción, que como argentino he tenido al ver al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tratan de humillarla.

CUARTO. Prohíbo el que se me haga ningún género de Funeral, y desde el lugar que falleciere se me conducirá directamente al Cementerio sin ningún acompañamiento, pero sí desearía, que mi Corazón fuese depositado en el de Buenos Aires.

QUINTO. Declaro no deber ni haber debido jamás nada , a nadie.

SEXTO. Aunque es verdad que todos mis anhelos no han tenido otro objeto que el de mi Hija amada , debo confesar, que la honrada conducta de esta , y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado, han recompensado con usura, todos mis esmeros, haciendo mi vejez feliz.Yo le ruego continúe con el mismo cuidado y contracción la educación de sus Hijas ( a las que abrazo con todo mi corazón) si es que a su vez quiere tener la misma feliz suerte que yo he tenido; igual encargo a su Esposo, cuya honradez y hombría de bien no ha desmentido la opinión que había formando de él. lo que me garantiza continuará haciendo la felicidad de mi hija y nietas.

SÉPTIMO. Todo otro Testamento o Disposición anterior al presente queda Nulo y sin ningún valor.

ARTÍCULO ADICIONAL.Es mi voluntad que el Estandarte que el Bravo Español Don Francisco Pizarro tremoló en la Conquista de Perú sea devuelto a esa República ( a pesar de ser propiedad mía) siempre que sus Gobiernos hallan realizado la Recompensa y honores con que me honró su primer Congreso.

Hecho en París a veinte y tres de enero de mil ochocientos cuarenta y cuatro, y escrito todo de mi puño y letra.


JOSÉ DE SAN MARTÍN

jueves, 5 de mayo de 2011

Los Soldados de San Martín y Brown juntos...

 Granaderos y Guardiamarinas en un acto de gran camaradería...




Recuerdo de mi vida Militar.


Muy buen material fotográfico de Héctor Enrique Velázquez es periodista desde 1993 y corresponsal Militar egresado del Estado Mayor General del Ejército (EMGE). Brinda charlas sobre medios de información y técnicas de comunicación en la Escuela de las Armas (EDA) del Ejército Argentino.

Colaborador y asesor sobre armas, defensa, seguridad e historia militar en varios medios. Impulsor de la sección vehículos militares en la revista “Parabrisas”, que ayudó a marcar un hito en la historia de la revista: la llegada a Base Marambio, en la Antártida, en mayo de 2002. Escribe sobre armas en revista “Hombre”. Responsable de contenidos de libros y música (sus otras pasiones) en varias publicaciones.

Comenta lo siguiente: 

"....Quisiera compartir ahora con ustedes, querida comunidad, unas fotografías que hice a un álbum “Recuerdo de mi vida militar”, perteneciente a un granadero clase 1919 y que hoy forma parte de mi colección dedicada a material sanmartiniano. Estos álbumes los entregaba el Ejercito Argentino como un obsequio para aquellos ciudadanos que pasaban por las diferentes unidades de nuestro país, luego de haber cumplido con su servicio militar obligatorio. En ellos, como regla general, se detallaban los grados y nombres de los oficiales y suboficiales que conformaban el personal de cada unidad, se sacaban fotografías de los efectivos (soldados incluídos) formados o sentados, y en diferentes situaciones (haciendo gimnasia, jurando a la bandera, en maniobras, etc.). He visto muchos de estos álbumes, todos del ejercito; hasta el momento nunca pude observar material de este tipo perteneciente a la armada o a la fuerza aérea (si llegan a saber de alguno…avisen). Este “Recuerdo de mi vida militar” se regaló hasta la década de 1970..."






La contratapa con la letra del himno y la imagen de los símbolos patrios.



La lámina dedicada al más grande entre los grandes: el General Don José Francisco de San Martin.




Detalle: Fotografía dedicada a uno de los escuadrones del regimiento.


Lámina con fotografías en la que se puede ver (primera foto superior izquierda) al entonces Presidente de la Nación Dr. Roberto Ortíz  junto a otras autoridades civiles y militares subidos a un palco. El resto de las tomas corresponde a los diferentes escuadrones del regimiento. 


Despedida de los Granaderos

El respeto de los granaderos ante la partida del avión que traslada a la presidenta, sus hijos y los restos del ex mandatario.



Restos de los Granaderos en el Convento San Carlos

 El convento ubicado al norte de la iglesia es una estructura abovedada con grandes patios internos, un repertorio, que funcionó como hospital de sangre en la jornada del 3 de febrero de 1813, donde falleció el Sargento Cabral y por lo menos 8 Granaderos que sufrieron graves heridas en el combate. Posee celdas que alojaron a los primeros frailes que desarrollaron sus tareas en el lugar, en una de ellas durmió y sano sus heridas el entonces Coronel José de San Martín, en otra falleció su segundo el Capitán Justo German Bermúdez.




Al final del pasillo central se encuentra el cementerio conventual de pequeñas dimensiones, lugar en el que descansan junto a los religiosos fallecidos que cumplieron funciones en el lugar desde su organización, los granaderos muertos en el combate en 1813. Construido en ladrillo cosido asentado en barro y alfajías con tejuelas, data de mayo de 1796.

Debemos destacar al respecto que, como Asegura en su libro el Reverendo Padre Gaitas, en las dos urnas que guardan los restos de los granaderos se encuentran los restos de Cabral y sus compañeros habiendo sido retirados mediante documentación obrante en el lugar:

a. Huesos de un granadero para el altar central del Monumento a la Bandera en

Rosario. Donde se lee: “aquí descansa un soldado muerto por defender a la

Patria”. Debajo de una lámpara votiva.

b. Osamenta de un granadero con destino al mausoleo del Grl San Martín en la

Catedral Metropolitana que descansa en una urna de bronce ubicada detrás del

libertador.

c. Los tres granaderos puntanos que fueron trasladados con destino al monumento

a los granaderos en San Luis (Jaunario Luna, Basilio Bustos y Gregorio Franco

Fredes, los tres de Renca, San Luis, muertos en San Lorenzo).

A escasos dos metros sobre la pared del comedor contiguo se hallan las cenizas del Profesor Carlos Javier Bernelli, autor de la letra de la Marcha de San Lorenzo, en una urna de bronce que remata con un granadero en posición de firme con Sable envainado y que

fuera trasladado definitivamente allí por la comisión de la Marcha de San Lorenzo y recibido por la Intendente Mónica de la Quintana en el 2004.

Las paredes se hallan sumamente pobladas de placas recordativas de homenajes a estos hombres.

Funciona allí el museo del convento de San Carlos que dirige el Arquitecto Sanlorencino Juan Scapigliatti.

Conserva en sus salas exposiciones permanentes que recuerdan aspectos de los religiosos que allí habitaron junto a objetos varios, uniformes, armas, banderas, etc., pertenecientes a los Granaderos. Se realizan también exposiciones de arte, conferencias, visitas de establecimientos escolares de las provincias y del resto del país. Tiene un pequeño auditorio donde se proyectan videos históricos, para la realización de visitas didácticas la dirección de turismo municipal colabora activamente en la realización de las mismas. Una sala de arte sacro se encuentra en el lugar de la antigua capilla. Allí el 14 de Febrero de 1813 se realizaron las exequias de Bermúdez.



FuenteTexto: Regimiento de Granaderos a Caballo

Fotos: Investigación MiSaladas en la Web

Los Granaderos de Perón


La historia del  escuadrón que defendió la Casa Rosada el 16 de junio del ’55. Eran conscriptos y tenían la misión de custodiar al presidente. Los bombardeos contra la Plaza de Mayo mataron a 364 personas, entre ellas a 11 de sus camaradas.

Por Diego Rojas

De la gran cantidad de e-mails que llegaron al Correo de Lectores de Veintitrés, uno desafiaba: “El 16 de junio se cumplen 53 años del ataque y bombardeo a la Casa de Gobierno. Han pasado gobiernos militares, radicales, peronistas y nadie se acordó de los granaderos reservistas que defendimos ese ataque. Hemos perdido 11 camaradas en el bombardeo a la Casa Rosada. Me gustaría, si fuera posible, que hicieran algún comentario. Quedo a sus órdenes. Granadero Reservista Miguel Cernada. Junín, Buenos Aires”. La trágica historia sobre el feroz ataque de tropas golpistas a la población civil de Buenos Aires, que ocasionó la muerte de 364 personas, en su mayoría civiles, y más de mil heridos, siempre osciló entre el ocultamiento y su revelación, de acuerdo el mayor o menor apego por la verdad histórica del poder de turno. Pero no siempre se le dio la importancia que merece a contar cómo un grupo de Granaderos a Caballo, ese cuerpo del ejército creado por José de San Martín cuya misión es escoltar y garantizar la seguridad del presidente, defendió con las armas y con sus vidas el orden constitucional y la democracia. Un hecho que realza a un sector de las Fuerzas Armadas. Fuerzas que, en su historia, se caracterizaron justamente por todo lo contrario: golpes de Estado, amenazas a la institucionalidad, por el genocidio de su dictadura. El e-mail llegado desde el Buenos Aires profundo planteaba, además, la oportunidad de otorgarles la palabra a los protagonistas de esos sucesos, un deber que la sociedad tenía pendiente. Un equipo de esta revista se puso en contacto con Miguel Cernada, quien ayudó a ubicar a algunos de sus compañeros de “la gloriosa clase del ’34 de los Granaderos”, como se denominan, para reconstruir una parte olvidada de la historia a través de un relato colectivo.

El 16 de junio de 1955 amaneció con un aire enrarecido. El pronóstico anunciaba frío y humedad, pero no sólo el clima estorbaba la respiración de los argentinos. La sociedad se encontraba en un pico de enfrentamiento como pocas veces antes. El gobierno de Juan Domingo Perón era asediado por amenazas y protestas impulsadas por los sectores más privilegiados de la sociedad, hartos de casi una década en la que la clase trabajadora se había excedido en sus privilegios: vacaciones pagas, comisiones internas que ponían coto a los abusos patronales, obras sociales, aguinaldos, participación en el producto bruto interno superior al cincuenta por ciento. También es cierto que el gobierno peronista, que había asumido su segundo mandato con el 62 por ciento de los votos tres años antes, perseguía a la oposición con dureza y estaba enfrascado en un enfrentamiento con la entonces poderosa Iglesia Católica. El 11 de junio, una procesión por la celebración de Corpus Christi se convirtió en una multitudinaria manifestación opositora que reunió a 250 mil personas y culminó en la Plaza del Congreso, con el arrío de la bandera argentina y el izamiento de una amarilla y blanca, colores de la insignia vaticana. El enfrentamiento era inminente.

“No hacíamos guardia nocturna en el escuadrón”, recuerda Diego Ignacio Bermúdez, uno de aquellos granaderos que había llegado al Regimiento de Palermo desde San Miguel del Monte para cumplir con la conscripción. “Pero el 15 de junio por la noche un oficial del regimiento nos ordenó hacer guardia, con el proyectil en la recámara, sin seguro y a la orden de tirar, hacerlo sin preguntar quién va”. Los colimbas percibían esa atmósfera espesa, incómoda, aunque no contaban con mayores precisiones. También percibían cierto ánimo conspirativo en algunos oficiales. “Cumplía servicios como mozo en el Casino de Oficiales. Queriendo y sin querer escuchaba sus conversaciones y reflexiones”, relata Héctor Javier Sosa, oriundo de Tucumán. “Si servir un vino podía llevar un minuto, yo tardaba tres y así me enteraba de lo que pensaban los oficiales. Días antes del 16 escuché a dos superiores calificar la situación como ‘favorable’ y porque al régimen, como llamaban al gobierno de Perón, no le quedaba mucho tiempo.”

Sin embargo la mayoría del cuerpo de Granaderos se consideraba peronista. Robledo estima: “Cuando vence el golpe de Estado, sólo queda en el escuadrón un teniente primero; los demás oficiales fueron trasladados por estar muy compenetrados con esa ideología”. Rubén Sosa, tucumano, asegura: “Perón nos había conmovido a todos. Yo había trabajado en la cosecha de caña y en un ingenio azucarero. Perón nos había dado derechos, ¿cómo no íbamos a ser peronistas?”. Bermúdez admite que nunca fue peronista, pero reconoce que “ese 16 de junio, cuando pidieron diez voluntarios para defender la Casa de Gobierno, levanté la mano”.

En esa jornada, una escuadra compuesta por treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra despegó de la base de Punta Indio y se dirigió hacia el centro porteño. Muchos aviones tenían pintada la leyenda “Cristo vence” o una cruz cristiana superpuesta a una “V” peronista. Tropas del Batallón de Infantería de Marina y grupos civiles armados, comandados por el vicealmirante Benjamín Gargiulo, se disponían a marchar desde la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires para ocupar la Casa Rosada. El plan para deponer al gobierno había comenzado. Los conspiradores preveían derrocar a Perón e instalar una junta cívico militar a la que se integrarían radicales, conservadores y socialistas. El servicio de inteligencia alertó al presidente sobre las operaciones y Perón se trasladó al edificio del Ministerio de Guerra. Se organizaba la resistencia.

A las 12.40 cayeron las primeras bombas sobre la Casa de Gobierno y la Plaza de Mayo, en la que una multitud esperaba un desfile aéreo en desagravio a la bandera argentina por los sucesos de Plaza Congreso. Uno de los primeros objetivos de las bombas fue un trolebús en el que murieron 58 de sus 60 pasajeros, la mayoría niños de jardín de infantes. Otras cayeron sobre hileras de autos estacionadas sobre Hipólito Yrigoyen. Había comenzado la masacre.

Desde el regimiento de Palermo partieron las primeras tropas leales a Perón. “Yo iba en el primer micro –rememora Robledo–. No sabíamos qué estaba pasando, pero cuando llegamos a la calle Corrientes la gente nos vitoreó porque íbamos a defender la Casa de Gobierno. Cuando llegamos a la plaza empezamos a ver los cadáveres en la calle, los autos destrozados, el trole destruido”, señala y cierra los ojos, como si la imagen lo volviera a impactar, igual que aquel día.

“Yo pertenecía a la sección de armas pesadas. Los voluntarios debíamos tripular orugas y tanques y dirigirnos hacia el lugar de los bombardeos. Empezamos a marchar”, cuenta Bermúdez. Cernada relata que “la noche del 15 la pasamos en la Casa Rosada, pernoctamos en un subsuelo, preparados por cualquier eventualidad. El momento llegó cuando escuchamos los estruendos de las bombas. ‘A las armas’, dijeron y todo comenzó”. Retoma Robledo: “Cuando llegamos a la explanada de la Casa de Gobierno por Rivadavia, nos recibió un tableteo de ametralladoras. Uno de los primeros tiros mató al chofer del micro, que se llamaba Inchausti: le pegaron un tiro preciso en la cabeza y murió instantáneamente. El micro seguía andando y Horacio Enran, que ahora vive en La Pampa, se arrastró y apagó el motor. Le pegaron tres tiros en el hombro y en el brazo.

Varios oficiales y soldados saltaron del micro y se parapetaron en la Rosada, pero muchos no pudimos salir. Desde el Ministerio de Marina seguían ametrallando a diestra y siniestra. Estábamos rodeados de trolebuses incendiados, se escuchaban gritos, había gente que corría. Parecía que estábamos en medio de un terremoto. Por el lado de Paseo Colón se acercaban marinos y civiles, con brazaletes blancos y amarillos, a los tiros. Ahí saqué una 45 que llevaba y empecé a tirar. Les grité a los otros muchachos: ‘Rajemos que acá nos matan a todos’. Corrí hacia la puerta de la custodia presidencial, intenté abrirla pero no pude. Recordé películas de esa época y pensé: ‘Hago saltar la cerradura de un balazo’, pero también pensé que mis compañeros podían estar protegiendo la puerta y podía herirlos, o ellos herirme a mí creyendo que era la Marina. Golpeé con la culata de mi pistola y grité que abrieran. En ese instante comenzaron los tiros de las metralletas y las balas pegaban un metro arriba de mi cabeza, sentía caer el polvo de la pared sobre mi pelo.
Grité: ‘¡Abran que soy Robledo del tercer escuadrón!’. Me abrió un sargento que me conocía. Entré. No me había equivocado. Había veinte soldados con revólveres, escopetas y ametralladoras defendiendo esa entrada. La misión era proteger la Casa de Gobierno. Si hubiera tirado, me habrían ametrallado”.

–¿Lo siguieron sus compañeros?

–Entré solo, pero alcancé a ver a uno, Casablanca, escondido detrás de una rueda del micro. Cuando vio que me abrían salió corriendo hacia el portón, pero una ráfaga de metralla lo barrió. Cayó. Estaba lejos mío, parecía muy mal herido –Robledo hace una pausa, toma aire, continúa–. Intenté ir a ayudarlo, pero el sargento me dijo: ‘¡No!, ¿no ves que se está muriendo?’, y me tiró para adentro. Fue una sensación muy rara tener que cerrar el portón con Casablanca afuera.
Las lágrimas le quiebran la voz. Bermúdez continúa el relato: “Entramos a la zona con las orugas, dimos la vuelta por el frente de la Casa de Gobierno y tuvimos el primer tiroteo contra los francotiradores apostados en el Ministerio de Asuntos Técnicos. Después avanzamos hasta Paseo Colón y enfrentamos a la infantería de marina, haciéndolos retroceder hasta el ministerio. Después llegaron más tanques y los marinos sacaron la bandera blanca. En ese momento apareció la gente que había llamado De Petri, el dirigente de la CGT, y nos pidió armamento para defender a Perón, no lo hicimos pero igual permanecieron detrás de las orugas. En ese momento vimos que venían cinco aviones del lado de La Boca, pensamos que se había terminado todo, que los insurgentes habían perdido el dominio del aire. Pero empezaron a barrer nuestros camiones y a la gente, tiraban con ametralladoras y lanzaban bombas”.

El plan golpista había fracasado. Ningún otro regimiento, como esperaban los conspiradores, se había unido al alzamiento. La artillería antiaérea había derribado algunos aviones. Los cabecillas sediciosos decidieron escapar hacia el Uruguay, que había aceptado darles asilo bajo la condición de que llegaran sin armas. En el comité de recepción montevideano los esperarían Carlos Suárez Mason, futuro torturador de la dictadura videlista, y el socialista Américo Ghioldi.

Robledo continúa el relato: “En lugar de tirar las bombas al río, volvieron a descargarlas en la plaza. Mataban con saña. Yo estaba en una barricada que reemplazaba a una puerta destrozada sobre la calle Yrigoyen. Les disparaban a pobres obreros que iban a defender al general. La gente corría hacia el subterráneo, uno entró, dio un paso y, de pronto, se quedó quieto. Se arqueó para atrás, rebotó contra una pared y comenzó a rodar por las escaleras. La balacera lo había liquidado”.
Bermúdez describe: “Desde el oruga pude ver escenas espantosas. Un hombre tenía el torso de un lado y las piernas del otro, desprendidas, cortadas. Un rato después se pudo tomar el Ministerio de Marina y los líderes se entregaron”. Robledo revive: “Cuando hubo calma, salí de inspección con un sargento. Vi un torso desprendido, y dentro del trolebús, los sesos de las víctimas pegados en el techo. Son imágenes que no puedo olvidar”, dice con bronca.

El bombardeo de Buenos Aires había finalizado, dejando un tendal de horror y muerte como no volvió a vivir la geografía argentina. Nunca antes en la historia mundial un ejército bombardeó su propia capital e hizo de la población civil el objetivo de sus ataques. Fue la jornada más violenta de la Argentina contemporánea, la más vergonzosa. En medio del espanto, la imagen de los obreros pidiendo armas para defender a su líder y la resistencia armada de un grupo de granaderos, de colimbas, defendiendo el orden constitucional son un remanso que alivia, un poco al menos, la conciencia de la historia argentina. Esos conscriptos velaron con honores a once de sus compañeros, aunque la versión oficial sólo verificó los nombres de nueve: José Baigorria, Laudino Córdoba, Mario Díaz, Orlando Mocca, Pedro Paz, Ramón Cárdenas, Oscar Drasich, Rafael Inchausti y Víctor Navarro. Los granaderos, reunidos después de 53 años para hablar por primera vez con la prensa, no pueden evitar las lágrimas al recordar a sus compañeros caídos. “No pido demasiado –protesta Cernada–, pero creo que quienes dieron su vida defendiendo la democracia merecen, por lo menos, una mención de la Presidenta.” Y no sólo de la Presidenta. Es una deuda que la sociedad aún tiene pendiente. Esta sociedad que hoy amenaza con dividirse por el mismo odio irracional de entonces. Es hora de escuchar a las víctimas. Ellas son el antídoto a la sinrazón.






domingo, 1 de mayo de 2011

El mayor orgullo del General...

Frente a la hostilidad de Buenos Aires y luego de la muerte de Remedios, San Martín toma a su pequeña hija Mercedes, su baúl de cuero , cargado de títulos y honores y se embarca en la fragata "Le Bayonnais" rumbo a Europa.
Francia le impide desembarcar por que en su equipaje llevaba diarios que eran considerados republicanos y se tenían como una publicación peligrosa para el pueblo francés.
Siguió rumbo a Londres , estaba obsesionado con la educación de su hija, en la cual invirtió sus pocos bienes y dinero.
Con los años la cosecha dió sus frutos, ya que Mercedes se convirtió en una mujer refinada y muy culta , que contrae enlace con Mariano Balcarce, hijo de don Antonio González Balcarce. San Martín se siente feliz por esta unión y su recompensa es pasar una vejez tranquila y en compañia de su hija , yerno y sus dos nietas, finalmente instalado en Grand_Bourg,Francia.
Mercedes veló personalmente por la salud de su padre hasta su último suspiro.
San Martín reiteraba su alegria mayor:
" Aunque es verdad que todos mis anhelos no han tenido otro objeto que el bien de mi hija amada, debo confesar que la honrada conducta de ésta y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado han compensado con usura todos mis esmeros,haciendo mi vejez feliz".